La Alameda de Hércules es, para sevillanos y visitantes, un espacio singular por múltiples razones: su extensión, su origen y permanencia en el tiempo, su ambiente y evolución hasta hoy día, y también por sus cuatro característicos elementos monumentales que la enmarcan de Sur a Norte: sus cuatro columnas o “triunfos”.
En extensión, la Alameda cuenta con algo más de tres hectáreas de superficie, y unas dimensiones aproximadas de 480 metros de largo por 80 de ancho, siendo el espacio público urbano de mayor extensión en el interior del casco antiguo de Sevilla.
Su origen
Fue planificada hace más de 440 años, y se considera como uno de los jardines públicos más antiguos de España (e incluso de Europa) en uso continuo como tal.
Su origen se remonta al año 1574 cuando el Asistente de la ciudad (cargo equivalente a la actual alcaldía) y I Conde de Barajas, don Francisco Zapata de Cisneros, decidió desarrollar un proyecto que ya había sido comentado en la corte de Felipe II (quien había pasado, por cierto, dieciséis días en Sevilla en 1570). El objetivo era sanear y urbanizar la laguna residual de antiguos cauces o escorrentías menores del Guadalquivir, localizada en el área intramuros y en la cota más baja de la ciudad; conociéndose desde antiguo la existencia de un brazo del río que giraba a la altura de la Barqueta y penetraba hasta este sector provocando un efecto degradante e insalubre: la llamada Laguna de la Feria (por el nombre del barrio más cercano).
Las columnas
Su creación implicó una labor de ingeniería de más de un año de preparación. El terreno pantanoso que se anegaba con las crecidas del río fue drenado mediante acequias. La superficie se rellenó con escombros y áridos que aumentaron el nivel del suelo, permitiendo poblar el recinto con tres hileras dobles y longitudinales de álamos orientados Sur-Norte. Así mismo, el nuevo parque fue embellecido con fuentes y con la colocación final de dos primeras y altísimas columnas sacadas de las ruinas de un antiguo templo romano de época adrianea que existió en la actual calle Mármoles, donde aún hoy se conservan otros tres fustes originales.
Inicialmente los fustes localizados fueron seis, todos de granito y con basas de mármol: los tres que permanecen in situ, los dos que se trasladaron en 1576 a la Alameda, y otro más que se partió cuando era transportado al Alcázar y permaneció un tiempo tirado en la actual calle Mateos Gago, en cuyas cercanías debió ser enterrado.
Con el proyecto de la Alameda se buscaba combinar la transformación de la naturaleza con elementos monumentales y artísticos mediante una labor de ingeniería para convertir un espacio marginal e infecto en un nuevo lugar de ocio, de encuentro, paseo, diálogo y tertulia, en la línea del pensamiento humanista del Renacimiento.
En lo que respecta al agua, hay que mencionar que en Sevilla, aparte de los Caños de Carmona, se disponía de otro apreciadísimo manantial (que se consideraba dotado con propiedades medicinales) llamado la Fuente del Arzobispo, que nacía extramuros, en la orilla izquierda del río Tagarete.
Así que la tarea hidráulica fue de una enorme envergadura (de casi tres kilómetros) debiendo sanear primero la conducción desde el manantial y prolongarla hasta terminar en la zona de San Vicente, construyéndose seis fuentes nuevas: tres en la Alameda, la de la Feria, San Vicente y el Duque, aparte de renovarse las antiguas del Valle y Santa Lucía.
El arbolado
En cuanto a la naturaleza, era fundamental dotar al nuevo jardín del placer de poder disfrutar de una frondosa, robusta y abundante arboleda que proyectase sombra, olores diferentes bajo sol o lluvia, sonidos de las hojas al viento, diversas tonalidades según la hora del día o la estación del año… La elección del álamo se explica por su crecimiento rápido, especialmente en lugares pantanosos, así como la carga mitológica que tuvo en la Antigüedad, al estar vinculado con Hércules, hijo de Zeus, de quien se creía que, tras salir del reino de Hades (los Infiernos) y haber vencido al monstruoso Can Cerbero, el perro de Hades, se hizo una corona de álamo blanco recogido en los Campos Elíseos. Y entre álamos blancos y negros (populus alba y populus nigra), cipreses y naranjos, el trazado llegó a tener después unos 1700 ejemplares.
Hercules y Julio Cesar
En lo referente a la monumentalización de la Alameda, se instalaron bancos y tres fuentes con esculturas mitológicas (todas desaparecidas) de Baco, Neptuno y las Ninfas. Y al ser un lugar muy espacioso, se decidió escenificar una alegoría dedicada a la grandeza y gloria de Sevilla, desde su pasado más remoto, por medio de dos figuras heroicas que culturalmente estuvieran vinculadas a la ciudad y aportasen una fuerte carga simbólica de proyección universal. De este modo, la exaltación real (en plena época de apogeo imperial de España) a través de lo heroico se plasmó mediante la identificación de Carlos V y Felipe II, los dos grandes monarcas Habsburgo del siglo XVI, con las figuras de Hércules y Julio César respectivamente.
Lo que son las cosas…hoy en día, tras los estudios del catedrático de Historia Antigua de nuestra Universidad Hispalense, don Antonio Caballos Rufino, la figura de Julio César en su relación con Hispalis ha cambiado de perspectiva, de modo que no se le considera ya un personaje ni positivo ni muy vinculado a los orígenes romanos de la ciudad, sino más bien todo lo contrario. De hecho, el nombre del verdadero fundador romano fue hallado por el profesor Caballos en el capítulo XV de la tabla de la Lex Coloniae Genetivae Iuliae, que editó en 2006, y en la que identifica al procónsul Gayo Asinio Polión.
Volviendo a las dos esculturas de Julio César y Hércules, ambas son obra de Diego de Pesquera (que realizó la preciosa figura en bronce de Mercurio en el estanque homónimo de los Jardines del Real Alcázar), basándose en dos grabados (estampas) de la época que representaban al imponente Hércules Farnesio (hallado en las Termas de Caracalla en 1546), y el relieve de Trajano coronado por la Victoria del Arco de Constantino.
Las esculturas se colocaron sobre enormes capiteles romanos de orden corintio y hechos en mármol rematando los fustes. Y recientemente se ha podido documentar que su procedencia no eran los restos de la calle Mármoles, sino que habían sido encontrados en unos vestigios de termas de la calle Abades.
Las inscripciones
Y bien; tras este preámbulo que nos ha permitido conocer el contexto de la creación de la Alameda, ¿qué nos dicen las inscripciones de las peanas de las estatuas en sus cuatro caras? ¿Y las lápidas frontales en los pedestales que soportan las columnas?
Pues, las cuatro caras de las peanas, una vez transcritos sin abreviaturas y traducidos sus epígrafes, nos transmiten estas alabanzas a los dos magnos personajes que las coronan:
Peana bajo la estatua de Hércules:
SENATVS POPVLVSQUE HISPALENSIS
El senado y el pueblo de Sevilla…
FVNDATORIS HISPALIS VRBIS
…Al fundador de la ciudad de Hispalis
MONSTRORVM DOMITORI
…Al domeñador (dominador) de monstruos.
INVICTAE VIRTVTIS ET FORTVNAE
…A su valor y fortuna invencibles.
Peana bajo la estatua de Julio César:
ORDO HISPALENSIVM
El Cabildo de los sevillanos…
ROMVLENSI COLONIAE INSTAVRATORI
…Al instaurador de la Colonia de Romula
IVRIS AEQVIQVE CONSERVATORI
…Al salvaguarda del derecho y la justicia
IMPERATORI INVICTISSIMO
…Al muy victorioso general
En cuanto a las inscripciones de los pedestales, en la línea de visión para el paseante, es referencia obligada un magnífico estudio publicado en 2012 por el profesor de Filología Latina de la Universidad de Sevilla don José Solís de los Santos. El autor profundiza en las claves lingüísticas y el trasfondo intelectual de las columnas y sus textos epigráficos, que respondían a un programa ideológico diseñado por los humanistas del círculo poético de Fernando de Herrera; concretamente el canónigo Francisco Pacheco, tío del famoso pintor del mismo nombre (que sería maestro y suegro de Velázquez). Y también hay que mencionar que hubo otros textos complementarios y de carácter apócrifo que aparecen en los “Anales…de Sevilla” del cronista del siglo XVII don Diego Ortiz de Zúñiga, que estuvieron expuestos, pero que no existen hoy.
Traducción (en lenguaje actual y sin abreviaturas) de la inscripción en latín del pedestal derecho (columna de Julio César):
«A don Francisco Zapata, conde de Barajas, diligentísimo Asistente de esta ciudad, meritísimo mayordomo de la Casa Real, integérrimo cumplidor de la justicia, por haber saneado de la inmundicia de toda la ciudad ésta, que fue antes laguna cenagosa y descuidada, convirtiéndola en una amplísima plaza sembrada de una frondosa alameda y regada por fuentes perpetuas, con lo que devolvió a los ciudadanos un ambiente más saludable y un aire más fresco bajo el ardor de la canícula, por haber encauzado desde su originario manantial el arroyo de Aguas del Arzobispo, cortado por vejez y abandono, para desviar sus aguas a varias parroquias de la ciudad en alivio del pueblo sediento, por haber trasladado con un trabajo casi hercúleo las columnas de Hércules y haber engalanado la ciudad con puertas magníficamente construidas, gobernándola con suma benevolencia, el regimiento y pueblo de Sevilla, en testimonio de amor y gratitud, dispuso este público reconocimiento en el año 1578».
Trascripción (en lenguaje actual y sin abreviaturas) de la inscripción en castellano antiguo del pedestal izquierdo (columna de Hércules):
“Reinando en Castilla el católico y muy alto y poderoso rey don Felipe II, y siendo asistente en esta ciudad el ilustrísimo señor conde de Barajas, mayordomo de la reina nuestra señora, los ilustrísimos señores, (de) Sevilla, mandaron hacer estas fuentes y alameda, y traer el agua de la Fuente del Arzobispo por industria, acuerdo y parecer del dicho señor Asistente, siendo obrero mayor, el magnífico señor Juan Díaz, jurado. Acabose en el año de MDLXXIIII (1574)”.
Por último, en el flanco Norte del paseo nos encontramos con otras dos columnas monumentales de mármol y con capiteles compuestos sobre los que se sitúan dos leones de piedra, que sostienen respectivamente los escudos de España y Sevilla (el NO-8-DO).
Fue en 1764 cuando se decidió acometer una restauración de la Alameda colocando entonces estas dos nuevas columnas o “triunfos” cuyoencargo recibió el gran escultor portugués Cayetano de Acosta (autor, entre otras muchas obras sevillanas, del retablo mayor de la Iglesia del Salvador). Y ya después, desde 1876 hasta su desafortunada retirada en la última intervención contemporánea, los pedestales de las cuatro columnas quedaron protegidos del tránsito de personas y carruajes con verjas de hierro por los cuatro lados.
Hoy apenas quedan unas pocas letras o líneas reconocibles de las inscripciones perdidas, pero que hemos sido capaces de encontrar, a base de indagar en publicaciones de crónicas ya casi olvidadas de la ciudad. Y esto es lo que decían esos pedestales a derecha e izquierda (textos transcritos en lenguaje actual y sin abreviaturas):
«—NO8DO—Reinando en España la católica majestad de don Carlos III, siendo Asistente de esta ciudad el señor don Ramón de Larumbe del Orden de Santiago, del Consejo de Su Majestad, intendente general del ejército de los cuatro reinos de Andalucía y superintendente general de rentas, se acabó la obra de la cañería de la Fuente del Arzobispo en 28 de Enero de 1764, y la distribución de su agua consiste en el pilar del Arzobispo, la de la Puerta de Córdoba, seis pilas de esta Alameda y la de San Vicente, y de gracia al convento de Capuchinos, Hermandad de San Hermenegildo, San Basilio, Belén y San Francisco de Paula, y se pone esta lápida en virtud de acuerdo del ilustrísimo Cabildo de la ciudad, habiendo sido diputado de esta obra el señor veinticuatro don Juan Alonso de Lugo y Aranda.»
«—NO8DO—Reinando… etc., etc…, se construyeron estas dos columnas que coronan los leones que sostienen las reales armas y las de Sevilla. Se hicieron los asientos, alcantarillas y terraplenes, levantándose los pretiles de las zanjas, se pusieron los pilones para el riego, desagüe completo de árboles de esta Alameda, todo por dirección de los señores Asistentes, siendo diputado el señor don Gregorio de Fuentes y Veralt, veinticuatro del ilustrísimo Cabildo cuya obra costeó de los propios y arbitrios y se acabó el año de 1765.»
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