Casi todos los días recibimos a través de los telediarios la imagen icónica de los dos grandes leones de bronce situados a cada lado de la escalinata frontal del Congreso de los Diputados en Madrid. Pues bien, muchos sevillanos quizás no sepan aún que los moldes originales de estas esculturas se encuentran en el interior de las dependencias de la Capitanía General del Ejército, ubicada en el fastuoso conjunto monumental creado por Aníbal González como Pabellón Nacional de la Exposición Iberoamericana de 1929 en la Plaza de España.
Fotos © Citytour Sevilla
Pero, vayamos al principio y al edificio que dió lugar a la creación de los leones…
Desde 1834 las Cortes han ocupado el mismo solar madrileño, pero en dos sedes distintas: primero el antiguo edificio del Convento del Espíritu Santo (que sufrió un incendio devastador en 1823); y ya después, con la llegada al poder del Partido Progresista en 1843, se proyectaría la construcción de un edificio nuevo, escogiéndose el diseño neoclasicista del arquitecto valenciano Narciso Pascual Colomer. Las obras se iniciaron el 10 de octubre de 1843 y fue inaugurado 7 años después por la reina Isabel II, el 31 de octubre de 1850.
Está dotado de un pórtico protegiendo las grandes puertas de bronce y una escalinata monumental de entrada, flanqueada por sendos podios laterales sobre los que iban inicialmente dos farolas artísticas, sustituidas poco tiempo después por una obra escultórica simbólica que le fue encargada al escultor aragonés Ponciano Ponzano Gascón (1813-1877), que ya había esculpido el tímpano del frontón de la fachada.
Este artista neoclásico zaragozano tuvo la idea de crear dos poderosos leones sedentes con una de sus patas apoyadas sobre un orbe, pero debido al bajo presupuesto disponible por la mala situación económica del momento, tuvo que utilizar yeso pintado imitando al bronce. Como era de esperar, al año de estar a la intemperie, los leones se habían deteriorado gravemente, decidiéndose su sustitución por otros de un material más idóneo.
José Bellver y Collazos fue el segundo escultor elegido para realizarlos en piedra; pero su versión basada en los llamados “Leones de Medici” de Florencia (erguidos, no sentados y de un tamaño mucho menor), no gustaron nada (la gente se mofaba de ellos diciendo que parecían más bien “perros rabiosos”; y hoy se encuentran en Valencia, en el Jardín de Monforte).
Al final se decidió el vaciado en bronce de los originales de Ponzano, y es entonces cuando entran en esta historia Sevilla y su Real Fábrica de Artillería en Marzo de 1864, cuando se recibió el encargo de fundir los leones con el bronce de los cañones capturados por el General Leopoldo O´Donnell a las tropas rifeñas-marroquíes en la batalla de Wad-Ras, en la Guerra de Marruecos de 1859-1860, lo cual quedó inmortalizado en la base al grabarse la inscripción “FUNDIDOS CON CAÑONES TOMADOS AL ENEMIGO EN LA GUERRA DE ÁFRICA”.
En Noviembre de 1864 llegaron desde Madrid los moldes de yeso de las dos esculturas, mal embalados en 10 cajones, por lo que uno de ellos llegó muy dañado. ¡Ojo a ese dato!
Se fundieron en Mayo y en Julio de 1865 a partir de un molde de 2276 piezas, y tuvieron un peso final de más de 2.000 kilos (con cierta diferencia entre uno y otro) y con una altura de 2,10 metros. Se enviaron por tren hasta Madrid el 26 de Marzo de 1872, y los moldes de yeso que habían servido de modelo estuvieron en el vestíbulo de entrada de la Real Fábrica de Artillería de Sevilla (cerrada hace más de treinta años) hasta que ya en nuestro tiempo fueron reubicados hasta hoy en Capitanía.
Fotos © Citytour Sevilla
La “controversia testicular”.
A partir de una serie de artículos publicados el 6 de septiembre de 2012, en algunos diarios como 20 minutos, El País, El Periódico, ABC, etc., se inició un debate en las redes acerca del curioso detalle de que unos de los leones muestra en su modelado la bolsa o saco escrotal con sus correspondientes testículos, mientras que el otro león no. Parece ser que fue una persona del equipo editorial del Canal Historia quien se dio cuenta de la “falta” y enseguida su Directora General, Carolina Godayol lanzó una iniciativa para subsanar esa “merma” anatómica, ofreciéndose a costear su reposición y dando lugar a una investigación que duró dos años.
Canal Historia se dirigió formalmente a la Comisión de Peticiones del Congreso informando entonces de su iniciativa a Ana Botella, alcaldesa de Madrid, a Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad y al ministro José Ignacio Wert. Incluso se puso en marcha un blog ya clausurado (historialeon.com) y se lanzaron peticiones de apoyo en Menéame y Change.org.
También se puso en contacto con el vicedecano segundo del Colegio Profesional de Historia, José Miguel del Campo, con la veterinaria María Luisa Guerrero y con el maestro fundidor Eduardo Capa, recibiendo una respuesta unánime: «deberían estar, pero no están».
Llegamos al 3 de Julio de 2014, cuando el diario ABC publicó el resultado de la investigación. Tras consultarse la Fototeca del Patrimonio Histórico, se señalaba que probablemente se tratase de un defecto de origen, quizás ocasionado en la propia fundición del bronce al proceder a extraer el molde, pero éste también carece de testículos, tal y como informaron desde la Capitanía Militar de Sevilla donde se encuentran nuestros leones de escayola pintados de barniz oscuro y que se utilizaron para sacar los moldes de los de las Cortes. Alberto Tellería, técnico experto de Madrid, Ciudadanía y Patrimonio aseguró que las esculturas eran así, pues aunque se restauraron en 1985, nunca sufrieron ningún daño, añadido ni mutilación. Para él, representan el poder sobre el mundo.
¿Quiso Ponzano entonces dotar a uno de un carácter más femenino? A esta cuestión contestó en el mismo artículo el profesor de investigación del CSIC, Wifredo Rincón García (doctor en Historia del Arte y autor de un libro sobre el artista) y que fue categórico al afirmar que “Daoíz” es un león, y no una leona aunque descarta que la carencia de testículos fuera un error del escultor aragonés.
Como dijimos antes, en 1864 uno de los moldes que llegó a Sevilla estaba destrozado ¿Habría perdido sus atributos en aquel viaje? Según el profesor Rincón esta sería la explicación más plausible e incluso puede que Ponzano se encolerizase al ver a uno de sus leones castrado en la estatua final de bronce y no poder hacer nada, ya que no era posible modificar una pieza ya fundida.
Tampoco ha encontrado ninguna relación con el mito de Hipomenes y Atalanta, la legendaria pareja a la que la diosa Cibeles castigó convirtiéndolos en leones. Y así pensaba también Pilar González Serrano, profesora jubilada de Arqueología de la Universidad Complutense, quien añadió que en la Fuente de Cibeles, los dos felinos son machos, porque el castigo de la diosa fue así.
Por el contrario, el escritor y periodista José de Cora argumentaba en el artículo en favor de los sexos diferentes de las fieras tanto por la formación clásica del escultor (experto en simbolismo y vinculado a la masonería), como por otras fuentes de Fábulas con el castigo de la metamorfosis manteniendo cada uno su sexo.
Desafortunadamente, Ponciano Ponzano falleció sin terminar unos cuadernillos de autobiografía que comenzó a escribir sin poder llegar al capítulo del Congreso y sus leones.
Fotos © https://www.20minutos.es/noticia/1581073/0/testiculos/leones-congreso/canal-historia/?autoref=true
Y, finalmente, cuatro años después, en Octubre de 2018, la periodista y colaboradora del diario El Mundo, Laura Garofano reavivaba la teoría del león macho y la leona hembra frente a la “pérdida” o carencia escrotal del otro macho, haciendo viral una entrada suya en Facebook en la que no dejaba en muy buen lugar a las diputadas que habían abogado por la iniciativa de colocar simbólicamente la efigie de una leona en tono azul (amadrinada por Ana Pastor), delante de uno de los dos de bronce, con motivo del Día Internacional de la Niña, reivindicando así la igualdad de género y oportunidades para las niñas del mundo.
La periodista criticaba el desconocimiento, y apoyaba la hipótesis que los considera pareja y no machos los dos (aunque con melena tanto el león como la leona); y más aún, según ella serían los mismos leones que tiran del carro de Cibeles, que tampoco se miran en castigo por faltarle el respeto a la diosa.
El mito de Atalanta e Hipomenes.
Según la leyenda clásica griega, Atalanta fue abandonada por su padre Esqueneo en el monte Partenio al nacer. Pudo sobrevivir amamantada por una osa y encontrada por unos cazadores que la criaron, convirtiéndose en una mujer de carácter un tanto salvaje pero consagrada a la diosa del amor, Artemisa, y destacando como una notoria cazadora y atleta. Al igual que su diosa protectora, Atalanta rechazó el matrimonio imponiendo una prueba extrema a sus pretendientes: sólo aquel que lograra ganarle en una carrera podría conseguir su mano; pero si ella lograba la victoria, su rival sería sacrificado y perdería la vida. La habilidad y el coraje de Atalanta la hacían invencible hasta que llegó a su reino Hipomenes (o Melanion, según autores), un héroe descendiente de Poseidón, que conseguiría derrotarla gracias a una artimaña que urdió con la ayuda de Afrodita al convencerla de su incontenible amor por la joven.
La diosa le regaló tres manzanas de oro procedentes del Jardín de las Hespérides (o del santuario de Afrodita en Tamaso, Chipre), de modo que cada vez que ella estuviese a punto de ganarle la carrera, él dejaría caer al suelo una de las codiciadas manzanas áureas, y así Atalanta, ensimismada por su belleza, se detendría para recogerla.
Hipomenes logró así llegar primero a la meta, consiguiendo la mano de Atalanta en matrimonio. Pero ocurrió que un día los felices amantes profanaron un templo al tener allí un encuentro amoroso. Por este sacrilegio máximo fueron castigados y convertidos en dos leones bien por Zeus o por la madre de los dioses, Cibeles (o Rea), y quedaron uncidos a su carro para siempre, sin poder aparearse y ni siquiera mirarse. Y así es como aparecen representados en el conocidísimo conjunto escultórico dieciochesco de la Fuente de Cibeles, en Madrid.
Hipómenes y Atalanta. 1618 – 1619. Guido Reni. © Museo del Prado.
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