Murillo

Desde el año 2017, cuando se cumplió el IV centenario del nacimiento del pintor Bartolomé Esteban Murillo en Sevilla, se encuentra en la sala V del Museo de Bellas Artes sevillano la exposición del conjunto de pinturas que realizó  Murillo para el convento de los capuchinos de Sevilla, uno de los ciclos pictóricos más ambiciosos del siglo XVII español, tanto por el número de obras que lo componen como por la excepcional calidad de las mismas.

Retablo del Convento de Capuchinos

En ella se nos muestra una reconstrucción del que fuera el retablo principal de la iglesia capuchina con el retorno para su restauración desde Alemania del ¨Jubileo de la Porciúncula¨ , así como la colocación de la ¨Virgen de la Servilleta¨en la que habría sido su posición original en dicho retablo.

Estas maravillas obras del Barroco sevillano, merecen  sin duda capítulo aparte. Hoy nos ocuparemos sin embargo, del cuadro que el mismo artista consideró su obra cumbre, tanto así que familiarmente él mismo lo denominaba: mi cuadro.

El cuadro favorito de Murillo

Se trata del cuadro ¨Santo Tomás de Villanueva ¨. Dentro de la iglesia de los Capuchinos, este cuadro se encontraba en la primera capilla de la derecha conforme se entraba en el templo.

El Santo protagonista  de esta pintura no es franciscano, sino agustino, pero al ser un santo limosnero(principal atribución de los capuchinos) que entregó todas sus riquezas a los pobres, su presencia en esta Iglesia está más que justificada.

El tema desarrollado en esta pintura tiene lugar en un interior ambientado con solemnes estructuras arquitectónicas, cuya profundidad espacial se muestra a través de la sucesión de planos alternantes de luz y sombras,  muy bien conseguidos por el maestro sevillano. 

La composición la preside la figura de Santo Tomas, que interrumpe su estudio de textos teológicos para ocuparse en socorrer a varios mendigos. Ante él aparece un tullido cuya figura,  que da la espalda al espectador, parece que se saliera del cuadro.

A la derecha están situados varios mendigos que muestran actitudes psicológicas contrastadas, el niño tiñoso expectante a la limosna, el anciano complacido que mira la moneda con intención de besarla, y la vieja desconfiada que se lamenta ansiosa de llegar la última y quizá de perder por ello sus monedas.

Este variado repertorio de actitudes anímicas se contrasta con la apacibilidad que muestra la madre con el hijo en la parte inferior izquierda del cuadro, cuya serenidad, tras haber recibido unas monedas configura uno de los más bellos aspectos de la vida popular captados por el artista.

El niño juega con la madre enseñándole las monedas. El pintor ilumina suavemente la escena con luces y sombras, creando un cuadro dentro del propio cuadro. Fascinante.

Otras pinturas  que conformaban el conjunto capuchino eran San Francisco abrazando al Crucifijo, la Inmaculada, San Antonio con el Niño, Santa Justa y Rufina , el Angel de la Guarda (hoy dia en la Catedral) , San Félix Cantalicio, etc. Es sin duda un conjunto pictórico de una excepcional calidad en el que destaca Santo Tomas de Villanueva a quien hemos dedicado este artículo.

Si deseas conocer más historias, puedes visitar el Museo de Bellas Artes con nosotros, los guías oficiales de Citytour Sevilla

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