El proceso de la restauración
Tras casi dos años de un minucioso proceso de restauración, el pasado 16 de Junio tuvo lugar la presentación a los medios (y tres días después la reapertura al culto) de una obra maestra barroca que ha pasado desapercibida durante años a los ojos de los sevillanos y los turistas que entraban a visitar la Iglesia parroquial de San Lorenzo en Sevilla: la Capilla Sacramental de la Hermandad de la Soledad.
La intervención, muy necesaria dado el grave deterioro sufrido por las magníficas pinturas murales derivado de problemas de filtraciones de humedad, ha supuesto la culminación de un trabajo anterior de impermeabilización de paramentos.
Su coste ha sido sufragado exclusivamente con fondos de la Hermandad, donaciones de devotos y la colaboración de la Real Maestranza de Caballería, y como anécdota de las mejoras efectuadas, se han retirado 80 kilos de cables que se encontraban ya en desuso tras la renovación del sistema de iluminación.
La historia de la Capilla Sacramental de San Lorenzo en Sevilla
La construcción de esta Capilla en la iglesia de San Lorenzo en Sevilla (ubicada en la nave de la Epístola del templo) tuvo lugar en 1694 por parte del maestro cantero Silvestre Jordán; el retablo de Pedro Ruíz Paniagua se añadió en 1704, y el extraordinario programa de pinturas murales comenzó a realizarse en 1707 con diseño de Francisco Pérez de Pineda, para concluirse diez años después gracias a los maestros Domingo Martínez y Gonzalo de Espinal.
El espacio está definido por su planta basilical de una sola nave, con cabecera plana y crucero con bóveda de media naranja sobre pechinas.
Las pinturas de Pérez de Pineda en el presbiterio y el crucero se basan en la temática eucarística, mientras que la obra de Domingo Martínez y Gregorio de Espinal añade un repertorio simbólico sobre la Virgen María de una gran calidad técnica.
El dominio del significado de imágenes tomadas del Antiguo Testamento así como de las alegorías referentes a la Virgen, denota un gran conocimiento teológico en los autores y evidencia unas profundas convicciones religiosas, tal y como piensa el párroco de la iglesia de San Lorenzo en Sevilla, don Francisco de los Reyes Rodríguez, una persona muy versada en arte.
La clásica armonía barroca entre las diversas disciplinas artísticas (arquitectura, pintura y escultura) sirve para crear un discurso culto que aporta una verdadera lección de teología para los feligreses que supieran leer ese tipo de mensajes mediante la contemplación del conjunto pictórico mural, así como las esculturas del retablo, la Inmaculada rococó atribuida al napolitano Nicola Fumo y los ángeles lampadarios (de Benito de Hita y Castillo).
Del repertorio mural cabe destacar la Última Cena (de clara evocación leonardesca), las Bodas de Caná y la Caída del Maná. En la bóveda del crucero se representan los cuatro padres de la Iglesia Latina junto a San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. En las pechinas aparecen los símbolos (Tetramorfos) de los cuatro Evangelistas, y sobre el retablo, en referencia directa a Jesucristo: el Cordero Místico, el Ave Fénix, y el Pelícano. En los espacios laterales del crucero aparecen personajes bíblicos femeninos que prefiguran el nacimiento de María: Esther, Deborah, Ruth, Judith, Rahab y Abigail. Entre otras alegorías dignas también de mención, cabe destacar el León de Judá, el Sol y la Luna, los corazones triturados por una rueda de molino de penitencia, la Puerta del Cielo, la Fe, etc.
Queda pues, recuperada, otra obra que enriquece el patrimonio artístico de nuestra ciudad y provoca el completo deleite estético de todo visitante que la contemple desde ahora.
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